Descansa en paz


Hola abuelo,

Esta mañana te has marchado de repente. Nadie se ha podido despedir de ti. Para ti la mejor manera. Pero ahora que lo pienso para todos creo que también es la mejor manera. Estas despedidas no son agradables para nadie. Estas despedidas son las que no quieres hacer nunca.  


Mi abuelo, Ramón, tenía 94 años. Al igual que mi abuelo Mariano, lo adoraba. Con esto no quiero decir que a mis abuelas, vivas, no las adore. Algún día ya hablaré de ellas. Con esto quiero decir que a los dos abuelos los adoraba con locura. Con mi abuelo Ramón me marchaba de vacaciones cada año una semana en verano. Mi abuela, mi abuelo y yo. Nos marchábamos a la playa, en un apartamento que tienen. Me lo pasaba muy muy bien. A mi abuelo le encantaba leer y yo siempre le decía: “¡Abuelo cuéntame cosas, explícame cosas!” Me encantaba escucharlo.

No recuerdo muchas de las cosas que me explicaba, pero sí que recuerdo que hablábamos mucho. Me trasmitía su sabiduría, su experiencia, su tranquilidad, su cariño, sus aventuras, su historia, su vida… Y así iban pasando los años. Él, explicándome leyendas, reales o inventadas, porque tengo que decir que tenía mucha imaginación, y yo siendo todo oídos.

Un día, cuando yo ya era mayor, él empezó a decirme “¡Coral explícame cosas! ¡Cuéntame cosas tú! Nos habíamos cambiado los papeles. Nos reíamos recordando cuando yo era pequeña, porque le decía tantas veces que me explicara cosas, que a veces ya no sabía ni que explicarme. Y me di cuenta lo complicado que es que de repente alguien te diga que le expliques alguna cosa. Y cuando se la cuentas, otra, y otra… y así sucesivamente.

Últimamente lo que hacíamos era mirar fotos. Le encantaba. Y hacernos selfies. Siempre decía que le costaba de entender que en un teléfono hubiese tantas cosas. Yo le respondía que a mí también me cuesta de entender esto. Como tantas otras cosas que no se entienden. Pero que hay que aceptarlas sin entenderlas.   

Estoy triste, claro que estoy triste. Aunque sepas que tarde o temprano esto va a suceder, nunca estas lo realmente preparado cuando sucede. Pero puedo decir que he disfrutado de él. Con Mariano más la infancia, y con Ramón, más de adultos. Ellos nos ven nacer, crecer… nosotros los vemos envejecer y cómo se marchan. Nosotros les decimos “hola” y ellos nos dicen “adiós”. Así es la vida. Pero un adiós solamente físico, porque nos siguen acompañando siempre.

Mi abuelo Ramón con más de 90 años aún tenía un huerto, lo cuidaba él solo, leía (su pasión)… hasta casi hasta el último momento nunca, nunca, nunca había dejado de trabajar, de moverse, de hacer cosas. No estaba nunca quieto. Como yo siempre digo, la gente de antes está hecha de otra pasta. 
   
Y al igual que vuestros abuel@s, seguramente han pasado hambre, frío, desgracias, penas, pero nunca han dejado de luchar. Han pasado una guerra. Nosotros no nos podemos imaginar lo vivido en una guerra por mucho que nos lo expliquen. Pero nunca desistieron, y por esta lucha constante aquí estamos todos nosotros. Porque para ellos la vida continuaba y siempre había que mirar adelante. Y eso es lo que tenemos que hacer todos. Siempre mirar hacia delante. Y recordar que los abuelos nunca mueren, solo se vuelven invisibles. Son el gran ejemplo a seguir. Son el referente de vida.

Voy a echarte mucho de menos pero también sé que siempre seguiremos explicándonos cosas.


Ahora toca disfrutar de mis dos abuelas. Dos reinas. Dos señoras. Dos líderes.

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