Tú, mi sueño (parte 3)

Mariana empezó a comprarse la revista Super Pop, Vale, Bravo, y por un lado colgaba los posters de sus ídolos de aquel momento, como los Backstreet Boys, Leonardo DiCaprio, Brad Pitt… y por otro lado, colgaba fotografías de modelos desfilando en pasarelas.

Sus padres se lo contaron a la psicóloga y esta les recomendó que no tuviera colgadas a las modelos anoréxicas en su pared. Mariana quería ser como ellas.  

Pasaban los meses y la sonrisa de Mariana no volvía a su cara. Su interior estaba destrozado. Su corazón estaba hecho pedazos. Siempre estaba triste, cada día era más envidiosa, basta, negativa… incluso en ocasiones un poco agresiva.

En el cole, en la calle… seguía llamándose Gorda. De hecho este era su único nombre.     

Se mosqueaba con ella misma cuando iba por la calle y escuchaba ¡Gorda! y al girarse y escuchar risas, ella se mosqueaba por haberse girado. Pero no podía evitarlo. Lo hacía inconscientemente, y cuando se daba cuenta se ponía aún más triste.

Incluso confundía ¿qué hora es? Con ¿qué gorda es?. Escuchaba “hora” y entendía “gorda”. Le pasaba con muchas otras palabras. En su cabeza solo se repetía gorda, gorda, gorda. Y lloraba. Se pasaba horas y horas llorando sola. Pero tenía la suerte de ser soñadora. Ya de mayor, Mariana pensaba que si no se hubiesen cruzado estas tres personas en su vida, como recordaría su infancia y adolescencia. Tiene un mal recuerdo de esta época, en general, pero también aprendió a ser una persona fuerte.     

La habían machacado tanto psicológicamente que estaba perdida. Solo la consolaban sus sueños. Solo era feliz durmiendo las siestas con su abuelo aunque la llamase apisonadora, ya que era cariñosamente. De hecho cada día, piensa que le gustaría escuchar su voz diciéndole apisonadora.

Eso sí, el hambre no lo perdía. A ella siempre le ha gustado comer. A día de hoy también le encanta comer. Y no comer cualquier cosa. Le gusta la comida buena y disfruta comiendo.

Mariana vivía en un pueblo donde justo al salir de su casa tenía bosque. Un bosque donde encontró un árbol que se convirtió en su aliado. De más mayor, Mariana, empezó a escribir cartas. Expresava sus sentimientos, como se sentía, como le gustaría sentirse. Era como su diario. Cogía un mechero y un pote de vidrio y se marchaba a sentarse debajo de este árbol a diez minutos de su casa.

Allí, quemaba el papel que había escrito y mientras miraba las llamas no perdía la esperanza que algún día, sus sueños se hicieran realidad.      

Tú, mi sueño.

Coral ·💋
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